domingo, 12 de mayo de 2013

TEATRO EN ANALISIS 009
Por: Inés Muñoz Aguirre
La Ratonera





Es un placer entrar a un espacio teatral en nuestra ciudad y encontrarse con una gran escenografía, de salones, ventanales, bibliotecas, escaleras. No es que eso indique que vamos a ver buen teatro, pero es el primer indicio de que hay un trabajo serio y eso siempre alimenta nuestras expectativas. Ya hemos tenido mucho tiempo descubriendo el quita y pon, de la escena compartida.
En el montaje de La Ratonera, no se puede negar que a medida que avanza la obra nos sentimos conquistados por el trabajo de un grupo de actores venezolanos que se enfrentan a quizá uno de los textos más famosos de Agatha Cristie, estrenado por primera vez en Londres en  1952 y cuya historia transcurre en la sala principal de la casa de hospedaje de Monkswell Manor, ubicada en las afueras de la ciudad.
Esta obra dirigida por Vladimir Vera, logra mantener la atención del espectador quien se ve envuelto no solo por una historia considerada uno de los mejores textos del teatro contemporáneo, debido a la sostenida intriga que entrelaza la vida de unos personajes atrapados por una tormenta de nieve, sino por el impecable trabajo de actuación realizado por cada uno de los interpretes de los personajes: Verónica Schnenider, Gerardo Soto, Nacho Huett, Flor Elena González, Gonzalo Veluttini, Paula Woysechowsky, Augusto Galíndez y Martín Brassesco.
Sobrios como los personajes que les toca representar, descubrimos en ellos un trabajo consistente, creativo y capaz de construir con cada una de sus acciones la trama llena de suspenso que mantiene en vilo al espectador.
Las funciones de La Ratonera, producida por Nohely Arteaga y Catherina Cardozo rondan las cien, lo cual indica que el publico venezolano está ávido de buen teatro, de buena dramaturgia, de obras que no están escritas con la intención de agotar la taquilla valiéndose de lo superficial y de la risa fácil, sino que son obras cuya calidad les ha permitido trascender en el tiempo y que se convierten en nuestro medio teatral en un reto a la actuación, a la dirección y a la producción. El público venezolano ha reconocido esta obra al respaldar un trabajo sobrio, en el que se han cuidado todos los detalles y en la que a medida que avanza nos atrapa por unos personajes que se sienten vivos, capaces de atraer sobre ellos la atención de los espectadores quienes se recrean en  las características que sobresalen en cada uno, un trabajo impecable, sostenido  entre el gris, la calma y la invitación a la sospecha que logra Gerardo Soto para su personaje o el extremo del personaje interpretado por Augusto Galíndez quien logra el rechazo, la repulsión, el juego con lo siniestro y lo deforme, hasta recordar los esperpentos de Valle Inclán. O la delicadeza, el empeño, el gesto nervioso e insatisfecho que se logra en la protagonista de la obra, a la rudeza y contundencia del personaje interpretado por Paula Woysechowsky. Cada uno de los personajes está allí, palpitantes, cada uno mejor que el otro.  La Ratonera se consolida como una propuesta que tenemos que reconocer, aplaudir e invitar a ver, a los que todavía no lo han hecho. 

viernes, 3 de mayo de 2013


TEATRO EN ANALISIS 008
Por: Inés Muñoz Aguirre
POSDATADOS





AUTORA: NAYA JIMENEZ
ACTORES: Nattalie Cortez;  Matilda Corral; Teo Gutiérrez; Alexandra Vivas G; Fernanda Godoy
DIRECCION: Nattalie Cortez



POSDATADOS no es una obra de teatro desde el punto de vista de la estructura formal a la que responde la escritura de una pieza, son 5 monólogos. Independientes el uno del otro, escritos en distintos tiempos y con distintas emociones capturadas todas por su autora Naya Jiménez. Precisamente en esto radica el llamado de atención sobre un trabajo que vale la pena ver y que vale la pena tener presente para hablar de dramaturgia y hablar de dirección.
La directora de la obra Nattalie Cortez, logró conseguir el ambiente propicio para desarrollar su propuesta. Desde el momento en que se entra a la sala hay en el ambiente la temática de la angustia. La música no puede pasar desapercibida, su repetición de ideas, acentuada por la repetición de frases de los distintos monólogos en la pared y en el piso, nos preparan para descubrirnos sumidos en esa angustia permanente que significa ser mujer, con todas las cargas de retos, responsabilidades y negaciones que ello implica.
La imagen con la que se inicia la puesta estéticamente contundente, llamativa, impecable. Es así como el montaje nos conducirá por los distintos textos hilvanados por el espacio, por la presencia de un músico que a ratos ejerce de distanciador y por un trabajo actoral alcanzado con la sobriedad necesaria para que la idea no se nos escape de las manos. La mujer está allí, aun en los textos que le toca representar a los hombres. Ya en otras oportunidades ha sido tratado el tema de la maternidad en la dramaturgia femenina venezolana, pero nunca había sido tratada a través de la angustia que produce en un hombre, las distintas visiones que se proyectan sobre ello, pero todas conduciendo a lo mismo que tiene que ver con el hijo instalado en la barriga, en el medio de las piernas, en el medio de la pareja y de la vida misma. Una visión, que planteada a través de un hombre se vuelve dura, rotunda, reflexiva y retadora.
El momento cumbre se alcanza en el monologo de Matilda Corral,  con una actuación impecable que pone sobre el escenario sus dotes de actriz con talento pero estudiada, preparada para ello. Allí, se concentran todos los planteamientos de Naya Jiménez como autora;  allí descubrimos habitando en un vestido lleno de colores, todos los matices del querer ser, de tener ambiciones, ideas, sueños, toda una gama que queda amarrada a las condiciones sociales, a las expectativas de los otros y que al final se convierten en la fuerza necesaria para auto sabotearse y para quedar allí, aparentemente conforme porque se está cumpliendo con lo previsto.  Este monologo es una estocada. Difícilmente el espectador puede levantarse de su asiento sin pensar que las risas con que se ha expresado a lo largo de la hora y diez de la propuesta, también tienen su precio.
POSDATADOS hay que verla como una forma totalmente distinta de plantear un tema que parece ser un pozo sin fondo,  distinta porque se ha logrado un montaje que la aleja de la propuesta teatral fácil y porque el humor con el que su autora expresa las ideas, es un humor fino, de altura, con clase. Porque lo femenino se refuerza y porque las preguntas se acentúan.
POSDATADOS debe tener la oportunidad de que más personas vean este montaje, así como los lectores interesados por leer y seguir la dramaturgia venezolana tendrán la oportunidad muy pronto de disfrutar de un libro que con el mismo nombre, reunirá estos y otros monólogos de la autora, bajo el sello de PUBLICARTE.