martes, 30 de abril de 2013


TEATRO EN ANALISIS:007
Por: Inés Muñoz Aguirre


PRIMERO MUERTA QUE BAÑADA EN SANGRE 
Autora: Indira Páez. 
Actrices: Jeannette Lehr, Paloma Márquez y Sandra Velasco 
Dirección: Mariela Romero 




Son varias las autoras de nuestro país que atraídas por el tema femenino, por las interrogantes que se hacen las mujeres a diario y básicamente por los bemoles de la relación con los hombres han llenado paginas y paginas de reflexiones que luego son llevadas a las tablas. Es así como Mónica Montañés, Elizabeth Fuentes o Indira Páez, escrudiñan en una sicología que da para mucho. En Miami, en una nueva sala administrada por la Fundación para El Nuevo Teatro, la obra Primero muerta que bañada en sangre de Indira Páez ha sido llevada a escena bajo la dirección de otra dramaturga venezolana como lo es Mariela Romero. La obra integrada por tres piezas cortas permitió que la puesta se fraccionara en tres espacios distintos de la sala, creando con ello atmosferas independientes. La primera obra que se desarrolla en la funeraria donde tendrán la oportunidad de encontrarse la esposa y la amante del difunto, con la intermediación de la hija como personaje catalizador entre la protagonista y la antagonista, logra como historia sostenerse en una estructura dramáticamente muy bien resuelta. Las actrices Jeannette Lehr, Paloma Márquez y Sandra Velasco dan vida a los personajes sosteniendo una interrelación que nos las muestra cómplices en la consecución de entretejer juntas los hilos que al final amarraran a los personajes. La dinámica se rompe con la segunda pieza, que invita al espectador a girarse sobre la silla para seguir a las actrices quienes se desplazan de un extremo a otro enfundadas en sus boas de colores y quienes a través de sus canciones, disertan sobre el alma herida, sobre esa especie de despecho permanente que se viste de lentejuelas quizá con la esperanza de dar brillo a las letras desgarradas, de tanto amor insatisfecho. La tercera pieza centra a los personajes en una peluquería. Este es quizá el texto más dramático de esta trilogía de Páez, porque enfrenta a la mujer a si misma, a su vientre, a sus hormonas, a sus senos, a su carácter de reproductora que no necesariamente debería ser imposición, ni instinto. La inocencia, la complacencia y el cuestionamiento se reparten abordando el tema a través de tres mujeres para ser representadas por tres embarazadas. El tiempo se nos fue volando. Disfrutamos de tres actrices capaces de estar hasta el último instante de la pieza indagando sobre los más diversos sentimientos de sus personajes, interrelacionándose con la calidez del público que asiste a esta sala que ofrece además una alternativa a los habitantes de Doral y de todas las zonas cercanas. Mariela Romero, Martha Pabón, Evelyn ¨Coco¨Mata y Patricia Chávez trabajan consecuentemente para consolidar un espacio, que además con esta obra pudimos percibir como un canal directo, una extensión para mostrar la buena dramaturgia que se produce en nuestro país y que es muy bien recibida en el exterior por su carácter al abordar temáticas de interés general. Apoyo a El Nuevo Teatro ubicado en 2500 NW 79th Ave. Suite 205. Doral, Fl.33178

GORDA
Por Inés Muñoz Aguirre

TEATRO EN ANALISIS 006
por: Inés Muñoz Aguirre



Obra: Gorda
Autor: Neil Labute
Actores: Liliana Meléndez; Luis Gerónimo Abreu; Antonio Delli y Marta Estrada
Dirección: Héctor Manrique



Gracias a la crisis que atraviesa nuestro país, los artistas están trabajando sin parar, porque han tenido que asumir el reto de llevar adelante sus carreras sin depender de los subsidios estatales. Con suerte, lo que para otros podía significar una caída, se ha convertido para ellos en un reto, que nos ha llevado a contar con una variada cartelera teatral. Una cartelera que sorprende por su variedad y que nos confronta con un teatro que no se hace solo para reír.  El fantasma de un público fácil siempre ronda, pero trabajos como la obra de Neil Labute:  Gorda; abren un camino a descubrir un espectador que se ríe y que transita delicadamente hacia la reflexión sobre los valores de la sociedad contemporánea. 
Desde su presentación más sencilla GORDA nos cuenta la historia de Tommy, un hombre que se enamora de Helena, una mujer inteligente, graciosa, sensual, divertida y con 30 kilos de más.  Sus amigos lo hostigan con comentarios que lo conducen a enfrentarse con sus propios preconceptos acerca de las apariencias. Cuatro personajes parecen perseguirse los unos a los otros en una situación en la que el colorido, la iluminación y la música nos tienden la trampa. Es una obra que nos conmueve y que invita a la reflexión. Es una obra dura como es la dramaturgia de Neil Labute, un dramaturgo controversial que se ha caracterizado por sus aguzadas e inquietantes representaciones de las relaciones humanas. La sexualidad, la sordera;  la maldad, la religiosidad; hasta abordar uno de los temas más sensible de los americanos como lo es el once de septiembre. Labute juega con las realidades y muchas veces se ha visto cuestionado por la sociedad que el cuestiona, pero indudablemente bajo unos visos de éxito, si amarra los resultados de su trabajo al concepto de que siempre la verdad triunfa.
La puesta en escena de Héctor Manrique no deja lugar a duda sobre la buena utilización del espacio y de los recursos escenográficos que muy bien manejados por los actores dan respuesta de todas las necesidades de representación de la pieza. Un movimiento sin pausa no deja tiempo para el despiste por parte del espectador, por el contrario el paso de un cuadro a otro de la pieza se hace con tal dinamismo que no se puede ignorar el excelente juego interpretativo que logran Antonio Delli y Marta Estrada para realizar dichos cambios, rosando un agradable concepto de picaresca  que nutre el desarrollo de la historia. Eliminando a su vez la estructura formal de unos espacios convencionales.
La historia principal recae sobre Luis Gerónimo Abreu y Liliana Meléndez, quienes logran construir unos personajes en los cuales no se les escapa detalle. El personaje de Meléndez conquista, atrapa al espectador quien inconscientemente asume su velada defensa.  A medida que avanza la obra podemos apreciar las transformaciones de ambos personajes hasta el punto de conmover al espectador, quien se involucra por completo en la historia de estos dos personajes que se confrontan a sus emociones, a sus miedos y a sus soledades tan particulares. Cada uno desde su espacio, pero destacando la honestidad de la gorda que se muestra desde el principio, transparente, tal cual es. Sin dobleces.
También son personajes solos, los compañeros de trabajo de Tommy. El personaje interpretado por Delli, levanta en el público exclamaciones de asombro. Su sarcasmo y su desfachatez se convierten en una sorpresa permanente, en la que el personaje parece retarse de forma constante con el objeto de superarse a sí mismo.  En su momento de mayor debilidad reconoce los efectos que ha tenido sobre él, ser hijo de una mujer gorda. La venganza, la burla y la humillación se convierten en armas letales con los que prefiere herir a quienes le rodean, aunque en el fondo sabe que no sale ileso de tanta agresividad.  Antonio Delli juega con buena parte de sus recursos interpretativos para poner el público a su favor. Martha  Estrada desarrolla un personaje a la altura de sus circunstancias. Un personaje que invita a establecer el contraste entre dos figuras, dos conceptos de vida y dos formas opuestas de manejar sus sentimientos.
La risa y las emociones están servidas en este trabajo que vale la pena ver y sobre todo, reflexionar luego sobre su planteamiento.

TEATRO EN ANALISIS 0005
Por: INES MUÑOZ AGUIRRE





MONOLOGOS DEL SILENCIO


Obra: Monólogos del Silencio
Autores: Patricia Zangaro; Mónica Montañés; Lisandro Ruedas; Gerardo Blanco López y Gladys Prince.
Actriz: Gladys Prince
Anfitriones: María Fernanda Esparza y Cipriano Castro Flores.
Dirección: Gerardo Blanco López



Dos constantes caracterizan el trabajo de Gerardo Blanco, su interés por los textos que tienen que ver con la estructura sicológica femenina y la capacidad para estructurar e hilvanar piezas cortas o fragmentos, trabajo que logra muy bien al convertir los elementos escenográficos como muebles, alfombras o adornos en parte de la obra misma, al ser movilizados por actores que consiguen en esta acción su propia razón de ser y la del objeto que les acompaña. En su más reciente trabajo “Los monólogos del silencio” se dan por completo estas dos premisas, sumadas a su capacidad demostrada a lo largo de su extensa carrera teatral de dirigir a muy buenas actrices, junto a las que construye interpretativamente esos personajes que tanto le inquietan.
Un escenario limpio con colores contratantes, rodeado del público sirve de espacio a Gladys Prince quien durante una hora y veinte minutos interpreta cinco mujeres unidas por un sentimiento: el silencio. Lo que no se atreven a decir pero que vive allí estrujándoles el alma. Trágicamente, no puede verse de otra manera la alienación en que se sumergen. Cargadas de preguntas y ansiedades que buscan en los otros, sin poder alcanzar su realización. Búsqueda que al producirse en lo exterior acaba siempre en un sentimiento de frustración.
Gladys Prince confirma en este trabajo su reconocida carrera de actriz. Un trabajo en el que además es  de gran importancia el intercambio de energía que se produce con el espectador, porque cada uno de los personajes que interpreta tienen una fuerza que los arrastra hacia un encuentro o hacia una ruptura. Una fuerza que se traduce en cada gesto, en cada movimiento y en la voz.
Son cinco estas mujeres silenciadas por la vida. La primera de ellas toma forma aferrada a su vestimenta negra y represora. Entre las sombras aflora la angustia y el derecho a elegir. Si entregarse al amor equivale a ser lapidada, la dura acción condenatoria será bien recibida. La puesta se inicia con tan fuerte confrontación, que como espectadores parecemos pender de un hilo a punto de reventarse en cualquier momento. La actriz se balancea apoyada en la música del violín que toca Inés Bravo, creando una fuerte tensión.
La segunda mujer expresa la debilidad, la ingenuidad, la espera, el sueño frustrado que parece haber llegado al mundo habitando su cuerpo, por el solo hecho de haber nacido mujer. Gladys consigue en este personaje a una mujer que parece fresca cuando aparece en escena, pero que luego a medida que reconoce el paso de los años, se reconoce a sí misma, soñando un imposible. Sueño que sólo tiene fin con la muerte
La tercera mujer sujeta por su vestido de encajes, flores y lazos rojos, nos transporta en un texto escrito en verso y prosa hacia otros tiempos, hacia el sacrificio tras la lucha y el amor a un país de Policarpia Salavarrieta quien fue espía y termina su vida, fusilada. La actriz logra el ritmo melodioso de una época en su forma de abordar el texto y nos sorprende en medio de un clasicismo que se hace breve.
La cuarta mujer no puede con ella misma, se reconoce frente al analista víctima de sus emociones y de sus sensaciones. La lucha con su cuerpo, el sentir y no sentir le da pie al director para hacer de este momento, la muestra de un recorrido espacial en el que utiliza el escenario en su totalidad, casi que minuciosamente, mientras la actriz expresa en sus movimientos el dominio de su cuerpo asociado a la acción.
La quinta mujer, la que sirve, la que admira y extraña surge de su intérprete vestida con una ingenuidad que compra al público. Un momento único es la interpretación de la canción que sirve de introducción a la historia, porque permite a Gladys Prince mostrar sus recursos vocales.
Toda esta propuesta surge de los textos de cinco autores cuya coincidencia temática permite a Blanco no darle tregua al espectador. Se encuentran plenamente director y actriz para dejarnos amarrados al asombro, a la risa, a la sorpresa, al dolor, a la nostalgia. Al salir de la sala se reconoce que el hechizo surtió efecto: se ha roto el silencio.


TEATRO EN ANALISIS 004
Por: Inés Muñoz Aguirre


MAQUIAVELO ETERNAMENTE




Obra: Maquiavelo eternamente
Autor: Fermín Reyna
Actor: Fermin Reyna
Producción y dirección: Alid Salazar


El análisis de El Príncipe de Maquiavelo es la base sobre la cual se estructura un muy buen texto escrito bajo el tono de sátira política. Una obra dura, contundente en sus planteamientos maneja la ironía para pasearnos desde el siglo XIV hasta la actualidad. La obra concebida como un monologo busca introducirnos en una profunda reflexión sobre los aciertos y desaciertos de los hombres que manejan el poder y nos acerca a un muy duro planteamiento que tiene que ver con que si la búsqueda del poder se convierte en la razón de ser, el hombre se abandona a si mismo y comienza una lucha en la que se hace cada vez más endeble la línea que separa la cordura de la razón.
El espacio de la pequeña sala María Teresa Castillo del Ateneo de Caracas, fue muy bien utilizado por Alid Salazar, directora y productora de la pieza, quien supo sacar provecho al área destinada a escenario y logró una muy buena ubicación de los espectadores quienes se introducen sutilmente en el espacio que recorre el actor. El protagonista de este monologo irrumpe, maleta en mano para hablarnos de varios siglos  que ponen frente a nuestra mirada un análisis que nos pasea por un continente maltratado por sus gobernantes. Con el nombre de Maquiavelo este hombre que nos recuerda físicamente y en sus gestos a nuestro actual Presidente se mueve entre el chantaje, las promesas y la negociación para sostener el poder de la asociación a la cual pertenece pero se desdobla para analizar los métodos.
Uno de los momentos más retadores de la pieza es cuando nos presenta los asistentes a la reunión de la asociación, y la directora  nos acerca a ellos apoyando la presentación de dichos personajes en la música que representa a cada país. El momento es duro porque los mandatarios que se mencionan no son precisamente quienes más hayan contribuido al desarrollo de sus países. Por el contrario esta presentación nos hace recordar como el populismo exacerbado a destruido el futuro de nuestros países y como han llegado al poder hombres que han bailado y cantado sobre una tarima, confundiendo al posible estadista con el hombre espectáculo, logrando que prevalezca la necesidad de la risa y del show por encima de la exigencia que deberíamos planearnos para la escogencia de nuestros gobernantes.
Por esas mismas causas, en este análisis no puede quedar por fuera el publico que plenó la sala del Ateneo. Un público que río a carcajadas como que si se encontraba presenciando la más banal de las comedias. Un punto que también nos llama a preguntarnos qué tipo de publico hemos ido formando. Es muy valido el teatro de entretenimiento pero no menos cierto es que el teatro también es una vía para llamar la atención sobre lo que nos sucede como sociedades. Bien decía el dramaturgo Bertold Brecht que el teatro es el medio que nos debe permitir pensar sobre el significado de la historia que nos cuenta. No podemos asumir frente a una obra como esta que lo que pasa es que los venezolanos estamos acostumbrados a reírnos de todo lo que nos pasa. No nos quedó duda al finalizar la obra que cada país tiene los gobernantes que se merece.
Sin embargo frente a la formalidad visual del escenario, frente al personaje que comienza con el manejo de las sutilezas para ir evolucionando hacia un personaje cada vez mas desquiciado también cabe preguntarse si la dirección de la obra buscaba la risa fácil, a nuestro entender esta no es una obra para quedarnos en lo superficial, sin embargo en la libre interpretación y análisis para una propuesta escénica todo es válido, siempre que los principios escénicos no traicionen los principios de la pieza.
Esta es una obra que hay que ver, hay que responder ante la alerta que plantea, en la que pareciera ponerse de manifiesto que el dicho que reza que el hombre es el único animal capaz de tropezarse más de dos veces con la misma piedra, es el principio que rige la historia política de la humanidad.