martes, 30 de abril de 2013


TEATRO EN ANALISIS 0003

Por: Inés Muñoz Aguirre



SOLILOQUIO EN ROJO EMPECINADO
Por: Inés Muñoz Aguirre
Obra: Soliloquio en rojo empecinado
Autor: José Gabriel Nuñez
Elenco: Virginia Urdaneta





El monologo es un reto, quizá el más difícil del teatro tanto para quien lo escribe, como para quien lo interpreta.  Cuando el dramaturgo decide trabajarlo se enfrenta a la necesidad de dar respuesta a un planteamiento a través de la vivencia, sentimiento y experiencia de un personaje.  Es un discurso en el que se puede expresar en voz alta los sentimientos o dirigirse hacia otras personas, un objeto o una situación. El problema que confronta normalmente el monologo en su estructura tiene que ver con que los seres humanos asumimos que una persona que habla sola no está bien, lo que nos conduce a que el espectador se vuelva más exigente con lo que presencia frente a este esquema, obliga al autor a justificar muy bien el por qué de dicho soliloquio, así como se presenta convertido en un reto para el interprete quien deberá sostener la atención sobre su personaje sin sobresaltos.
Es cierto que el teatro comercial ha tendido a “abaratar” el reto que significa el monologo, amparado en la búsqueda de generación de una risa fácil, pero cuando se tiene la oportunidad de apreciar una obra importante se descubren los giros, el ritmo y la composición que debe tener este exigente género  teatral.
Un dramaturgo venezolano empeñado en la conquista de la reflexión a través del monologo es José Gabriel Núñez, quien en el año 1980 atrajo todas las miradas hacia  su inquietud con la obra Madame Pompinette, actuada por Pedro Marthan y dirigida por Ugo Ulive. En este unipersonal el protagonista hace las veces de consejero sentimental en una columna periodística pobre y anquilosada, porque los personajes de Núñez se enfrentan a unas situaciones en que necesitan dejar algo atrás. Sus personajes en muchos casos decadentes están amarrados ineludiblemente a la historia del país, lo cual los vuelve más contundentes porque siempre hay un enlace  entre la tragedia personal y su entorno.
Ahora 30 años después de aquella obra que revolucionó como lo han hecho otras de su piezas como “El autobús” “Noches de satén rigido” o “María Cristina me quiere gobernar,  vemos su obra  “Soliloquio en Rojo Empecinado” . A mi entender esta obra no es unacomedia, porque no puede serlo si está afrontando como lo hace, la necesidad que tiene el personaje de descubrirse a sí misma, de encontrar las razones para merecer el respeto, de entender a través de su terapia  a la que ha decidido entregarse en la búsqueda de la verdad: ¿Qué paso con su libido después de haber sido un derroche de sexualidad y erotismo?
No podía Núñez desprenderse en este monologo de lo que le ha inquietado siempre del país y nos asoma a dos personajes separados incluso por sus tendencias y sus creencias políticas. En momento te invita a la risa pero los verdaderos sentimientos del personaje te atrapan.
Virginia Urdaneta es la actriz que da vida a Magdalena, una actriz expresiva que juega fácilmente con los distintos matices y pasa de una situación a otra hilvanando con sencillez sus gestos y palabras. Lamentablemente el pequeño espacio del Ateneo no daba al personaje las oportunidades necesarias de movimiento. El sofá rojo en el centro del pequeño escenario nos ubicó en un espacio en el que un personaje se movió estrictamente lo necesario y nos hizo pensar en un ser atrapado por sus emociones. Virginia Urdaneta demostró su experiencia y calidad en el escenario. Nos llamó la atención que en ocasiones dejaba su enfoque sobre el siquiatra para dirigirse a los espectadores en la búsqueda de una complicidad particular frente a determinadas situaciones con las cuales tenía que lidiar.  El rojo de su traje cumplió la función frente a un hombre que cede no se sabe si ante sus impulsos o los de ella.

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